Un mal sueño

¿Quién dice que los sueños y las pesadillas no son tan reales como el aquí y ahora?

John Lennon

 

Hasta hace un par de años, que me jubilé, era francamente raro que recordase algún sueño al despertar. Tal era el cansancio acumulado en unas jornadas maratonianas e intensas, que caía en la cama como una piedra.

No obstante, alguna que otra vez, despertaba de madrugada agitado y agradeciendo que sólo fuese un sueño lo vivido unos segundos antes.

Ahora, ya jubilado, no es que recuerde todos los sueños nocturnos, pero de cuando en cuando me vuelve a atacar el sueño recurrente de entonces.

Me encuentro en mi lugar de trabajo, que no es, precisamente, el conocido y habitual. En esta oficina reina el más absoluto desorden, el caos es monumental porque no se siguen protocolos de actuación y ni siquiera se utiliza la más elemental lógica para adjudicar prioridades, de este modo todo se convierte en un despropósito y una lucha constante por los escasos recursos de los que disponemos los trabajadores, los quehaceres más simples se convierten en tareas imposibles y lo peor de todo es que no parecemos avanzar, por lo que el trabajo se va acumulando hasta convertirse en una montaña prácticamente imposible de escalar. El corazón se dispara, la adrenalina surge por los poros y termino despertando tenso e inquieto, pero lo peor es el cabreo por la impotencia ante la situación.

¿Será por mi afán perfeccionista? Menos mal que es una situación tan efímera como el suspiro que exhalo al recordar que estoy jubilado, porque la verdad es que ni echo de menos el trabajo ni la adrenalina.

En todo caso a algún compañero y las risas en la pausa del café.