El regalo

Tú mismo, tanto como cualquier otro ser en el universo entero, mereces tu propio amor y afecto

Buda

 

Por primera vez en muchos años, no se sentía mal en el día de su cumpleaños.

Estaba más sola que la una, como se suele decir y, al no tener familia, ni pareja o pretendiente alguno, nadie podría acordarse de ella, felicitarle o, más difícil todavía, hacerle un regalo en esa fecha. Francamente, no podía echar de menos lo que nunca había tenido.

Por eso Mercedes había decidido darse un capricho ese día, sería su regalo, algo a lo que no estaba acostumbrada, desde luego.

Había buscado en Internet un masajista que se publicitaba en el conocido portal milanuncios y tras concertar cita, se dirigió al piso donde la recibiría amablemente un hombre joven, vestido de blanco de los pies a la cabeza que la invitó a pasar tras presentarse como Alex.

Mercedes pretendió hacer ver que era una mujer de mundo y, aunque no sabía qué hacer con las manos, lo siguió sin decir una palabra hasta una salita que presidía una impoluta camilla.

Una vez fuera el hombre, siguiendo sus indicaciones, se desvistió totalmente y se envolvió en una enorme toalla blanca antes de tumbarse sobre la camilla.

La temperatura era perfecta, una suave melodía sonaba tenuemente en el hilo musical invitando al relax.

Cuando Alex entró, experimentó un ligero sobresalto que se vio mitigado en cuando éste empezó a hablarle con exquisita educación, preguntando si era su primer masaje y qué parte del cuerpo sentía más cargada.

Una vez colocada boca abajo sobre la camilla, el masajista retiró parcialmente la toalla para descubrir los hombros y dorso de Mercedes y se impregnó las manos con un aceite tibio que permitiría deslizar más suavemente sus expertas manos.

La siguiente media hora fue una delicia, los nervios se fueron disipando poco a poco, el amasamiento de los músculos de sus piernas y de los pies contribuyó no poco a ello. Tanto que cuando se dio la vuelta en la camilla para ponerse boca arriba, su mente había olvidado todo prejuicio y, desinhibida, se dejó llevar dulcemente… Hasta un final feliz.