El rebelde

Ernesto vive en el centro. Su calle aún no es peatonal, pero él se ha propuesto que así sea a toda costa.

Se ha convertido en un okupa callejero. Ha sacado una mesita a la puerta de su casa, se ha sentado a leer el periódico y, para mayor comodidad, se ha servido una copa de su vino favorito. Espera que en cualquier momento Claudia, su esposa, le saque un plato de queso para acompañar el vino.

Su gato le observa extrañado desde el balcón, dos pisos más arriba. Nunca habia visto a su amo sentado en medio de la calle y maulla levemente desde su atalaya.

Ernesto se ha propuesto permanecer allí toda la mañana todo el tiempo que sea necesario para llamar la atención de las autoridades. Está deseando que llegue algún coche para que, al impedirle el paso, se persone allí la policía. En ese momento llamará a la radio y a la televisión para que sean testigos de su cruzada, tiene los teléfonos grabados en el móvil.

¡Andá! Si me he dejado el móvil en la mesa de la cocina.