Reencuentro - II

Tan sólo existe una forma de depravación humana: carecer de metas.

Ayn Rand

 

Había pasado un año desde que lo dejara Marisa y parecía no levantar cabeza. Su vida se convirtió en un completo desastre; había perdido la ilusión y el empuje que siempre le habían caracterizado.

Coqueteó con drogas, empezó a beber asiduamente y le cambió el humor hasta que sus más allegados empezaron a darle de lado por la incomodidad que suponía su presencia.

Una noche irracional había agotado todas sus existencias alcohólicas, se había fumado tres porros y acabó tirado en la alfombra del baño completamente desmadejado. Al caer se golpeó en el pómulo derecho con el bidet y su rostro se había abultado tremendamente, desfigurando su cara.

Cuando logró despertar al día siguiente, la hinchazón y la sangre reseca sobre la barba de tres días le daban un aspecto espantoso.

A duras penas se incorporó. Primero de rodillas, luego apoyándose en el lavabo, consiguió levantarse hasta mirarse en el espejo.

La imagen reflejada era como el retrato de Dorian Gray, le produjo repulsión y lástima a partes iguales.

Acababa de reencontrar su verdadero yo.