¿Destino juguetón?

A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.

Jean de la Fontaine

 

Sus pies le llevaban hacia el paseo marítimo, como si no tuviera voluntad. Bajaba por Mississippi Ave cuando vió, en la puerta del White House, a dos bonitas muchachas que reían y parecían disfrutar de la vida como adolescentes, de hecho no debían pasar de los dieciocho.

Se detuvo unos instantes y se fijó particularmente en una de ellas. Llevaba un vestido blanco con rayas horizontales que le hacía ver mayor, más mujer.

Adam No creía en los “flechazos” pero aquella jovencita le produjo una sensación especial, una especie de cosquilleo en el estómago que antes nunca había experimentado. Sin embargo continuó su camino hacia la playa, era su día libre y quería aprovechar para darse un refrescante baño y jugar un rato con las olas.

Caroline y Brenda acababan de compartir un submarino en White House (1) y aún se reían de los chorretones de salsa que el bocadillo les había dejado por la comisura de la boca y la barbilla. Menos mal que no les habia llegado a caer sobre sus vestidos, porque hubiera sido una lástima estropear sus mejores galas.

Se habían reunido tras varios meses sin poder verse con motivo de sus estudios y cada una deseaba dar una excelente imagen a su amiga del alma.

Allí estaban riéndose en la puerta del establecimiento, cuando se percartaron de que aquel muchacho, incluso, se había detenido para mirarlas. A ambas les pareció apuesto, pero Brenda quedó especialmente impresionada.

El paseo marítimo aún no estaba tan concurrido como cabía esperar en aquella espléndida mañana de verano. Estaban disfrutando de la benévola temperatura, la agradable brisa marina y parecía el momento más adecuado para las confidencias.

Brenda no paraba de hablar de aquel muchacho que acababan de ver unas cuadras más arriba. Realmente le había gustado mucho y decía a su amiga que ojalá hubieran podido hablar con él y que deseaba que lo volvieran a encontrar, Caroline, sin embargo, decía que no le había caído nada bien con su descarada forma de mirarlas y que esperaba no volver a verlo en todo el verano, aunque Atlantic City no fuera tan grande como Nueva York, de donde ella acababa de llegar.

Junto a uno de los accesos a la playa, estaba instalada una de esas cabinas de fotografía automática portátiles y, claro, no pudieron resistirse a inmortalizar su primer día de reencuentro de aquel verano.

Brenda fue la primera en entrar y Caroline se sentó junto a la cortinilla.

En esa actitud se encontraban cuando Adam vio destacar en la cabina el vestido de la chica que tanto le había gustado.

Allí quedó a la espera de que salieran las muchachas para abordarlas, no podía perder aquella oportunidad…

 

  1. White House – Establecimiento en Atlantic City célebre desde 1946 por sus enormes y sabrosos bocadillos (Submarinos)