El osito de peluche
Martín tenía muchos, pero muchos juguetes.
Cochecitos de varios tamaños, un tren de madera, pelotas, unos patines con ruedas rojas, muñequitos articulados, un juego de construcción y muchas cosas más.
Tenía una caja de madera tan grande que podía meterse en ella para esconderse o para jugar a piratas y era en esa caja donde guardaba sus juguetes cuando no estaba jugando con ellos. Todos menos uno, un osito de peluche que siempre colocaba sobre su cama y con el que dormía todas las noches, abrazado a él.
Martín sentía un cariño muy especial por Bubu y todas las mañanas, al despertar, lo saludaba y lo llevaba con él a la cocina para desayunar.
Una noche, mientras cenaban, un programa en la televisión mostraba un campamento de refugiados: las tiendas de campaña, el barro en el suelo, las hogueras en el campo donde había cazos e incluso botes metálicos en los que se cocinaba lo que fuera a comer ese día aquella pobre gente.
Vio unos niños que correteaban descalzos y con ropas harapientas entre las tiendas, otros que arrastraban latas atadas con cuerdas y un grupo en el que daban patadas a una botella de plástico vacía, a falta de pelota.
Vio a una niña pequeña con el cabello revuelto y con unos enormes ojos azules que miraba fijamente a la cámara que estaba grabando el reportaje. Descalza, como la mayoría de los niños que allí había, llevaba entre sus manos una especie de muñeca cuya cabeza, brazos y piernas eran nudos en un trozo de paño burdo y oscuro.
Entonces Martín comprendió que la vida no es justa con las personas, que algunas disponen de todo lo necesario e incluso más y que otras carecen de lo más elemental para cubrir sus necesidades. Que él tenía la enorme suerte de vivir en el lado amable del mundo mientras que otros niños sufrían unas condiciones de vida lamentables.
Muy serio, ofreció su peluche a su papá y le dijo que quería dárselo a aquella niña.
Cuando volvió a su habitación, sin Bubu, vio su imagen en el espejo del armario y sonrió al Martín que le miraba desde el otro lado.
Estaba creciendo.