Ventana a la fantasía
Sólo la fantasía permanece siempre joven; lo que no ha ocurrido jamás no envejece nunca.
Friedrich Schiller
Estaba profundamente dormido cuando un estruendo tremendo me sacó del trance.
Soñaba con mi última lectura sobre Alicia y, tengo que reconocer, la enorme abertura en la pared no me sorprendió en absoluto.
Pasé a través del agujero y entré en una dimensión que no me resultaba, para nada, desconocida.
Sabía que allí, en el bosque, me esperaban el Sr. Carroll junto a Alicia, la Reina de Corazones, el Sombrerero Loco, el Gato de Cher-shire, la Oruga Azul y toda la baraja de Cartas Animadas.
Sin embargo, yo a quien quería encontrar era al Sr. Andersen junto a su Sirenita, a la que me empeñaba en calzar unas Zapatillas Rojas y con quien, junto a Pulgarcita, pretendía ir a ver a la Reina de las Nieves.
Vagué por el bosque durante décadas y, cuando ya me convertí en adulto, los personajes que buscaba se diluyeron en mi memoria como mantequilla en una sartén.
Finalmente, vi la claridad que se abría al final del bosque y mi casa comenzaba a tomar forma a través de los árboles.
Cuando entré de nuevo por el boquete de la pared, me pareció mucho más pequeño, así como la cama que aún permanecía caliente a pesar del tiempo transcurrido.
Inmediatamente caí dormido y, cuando desperté a la mañana siguiente, descubrí que la pared había sido reparada de forma impecable. Sin duda, fueron los hermanos Grimm quienes dirigieron en la obra a los duendes que tan perfectamente hacían zapatos.